¡DESDE AHORA QUEDA SANA!
PARTE PRIMERA
Todo esto sucedió el 17 de febrero del 2017, caí enferma, algo que me pasaba con frecuencia últimamente. Por la mañana me dolía el corazón y la cabeza, pero hacia el mediodía empeoré. Los esfuerzos de mi médico no daban ningún resultado positivo, cada minuto el corazón me dolía más y más; sentía que palpitaba en lugar de latir. La tensión comenzó a subir hasta alcanzar 240/128. Me costaba comunicarme con los que me rodeaban, sentía que me desconectaba del mundo, no podía abrir los ojos ni mover las manos y no era capaz de responder a las preguntas, aunque sí que las oía.
Viendo lo que pasaba, mis familiares decidieron invitar a casa, cuanto antes, al ministro de la Iglesia de Kóvel. En casa, antes de que llegara el ministro, se reunieron unas diez personas: familiares y vecinos. Todos estaban muy preocupados. El ministro llegó a las 16 horas, justo cuando, por fin, pude abrir los ojos. Al ver al ministro de nuestra Iglesia de Kóvel, le pedí que, por favor, orase por mí, para curar mi enfermedad cardíaca y la hipertensión. El ministro me preguntó: "¿Crees que ahora, por la misericordia de Dios, en el nombre de Jesús Cristo, Hijo de Dios, en la gloria de Dios, Nuestro Padre Que está en los Cielos, podrás curarte de la enfermedad cardíaca y la hipertensión?" Y respondí: "¡Sí, creo!" El ministro abrió una vasija especial de porcelana con el aceite de la unción y ungió mi frente tres veces con ese aceite, mientras pronunciaba: "Conforme a tu fe, en el nombre de Jesús Cristo, Hijo de Dios, por el poder de Dios, Nuestro Padre Que está en los Cielos, te unjo con el aceite de la unción para curar tu enfermedad cardíaca y la hipertensión, de las cuales me acabas de hablar. ¡Desde ahora queda sana! Amén". En ese mismo momento sentí como los dolores desaparecían y le pregunté al ministro: "¿Puedo levantarme ya? Ya no me duele nada". Él me contestó: "Levántate y ahora nosotros agradeceremos a Dios por tu curación". Me levanté de la cama, me arrodillé, adoré delante de Dios Vivo, y junto con todos los presentes nosotros oramos agradeciendo a Dios por el milagro que acababa de obrar: curarme de forma instantánea, a mí, Olga Arjípova, que estaba en el umbral de la muerte. En esa oración, llena de la Fuerza del Espíritu de Dios, todos juntos empezamos a cantar una Canción Celestial que Dios nos dio, en un instante, entonar de forma solemne. Cada uno cantaba en un idioma diferente, pero la melodía era la misma. El canto era muy hermoso. Esto sucedió como está escrito en el Evangelio: "...Pablo y Silas estaban orando y cantando alabanzas a Dios ..." (Hechos 16:25).
Jesús obró un milagro similar en Su vida terrenal, así lo describe el Evangelio de Marcos 1:30-31: "La suegra de Simón estaba acostada con fiebre, y en seguida Le (Jesús) hablaron de ella. Entonces Él se acercó, la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente se le pasó la fiebre y los servía".
Después de la oración, los presentes quedaron impresionados por lo sucedido y no tenían prisa por irse a casa. Les dije que se quedaran en casa, mientras preparaba la comida. Y así fue, preparé algo de comer y comimos todos juntos, después tomamos té hasta la media noche. Durante todo ese rato, al igual que en mis años de juventud, no sentí cansancio.
¡Gloria al Dios Vivo por todo! Amén.
PARTE SEGUNDA
El 17 de febrero del 2017, antes de la hora de comer, cuando caí muy enferma, la tensión arterial no paraba de subir, me dolía la cabeza y el corazón. En ese momento, el dolor que tenía en mi ojo izquierdo parecía insignificante. Ese mismo día Dios me curó de la enfermedad cardíaca y de la hipertensión. Además, Dios eliminó todos los dolores que perturbaban mi cuerpo. Me sentía igual que cuando era joven. Más tarde, me di cuenta que en mi ojo izquierdo, más concretamente en la mitad izquierda, había una mancha oscura. Cogí un libro, para comprobar si veía bien las letras; me tapé el ojo derecho con la mano y me asusté: no veía nada con el ojo izquierdo ni las letras ni el libro, solo veía oscuridad por el lado izquierdo del ojo izquierdo y una red blanca con una multitud de moscas había cubierto la parte derecha del mismo ojo. Después de unos días, supe que se me había desprendido la retina del ojo izquierdo y que la red con las moscas era un glaucoma, provocado por la alta tensión arterial y la presión intraocular. También me comunicaron que no podría recuperar la visión. Me puse muy triste. Le comunicaron al ministro de nuestra iglesia que me había quedado ciega del ojo izquierdo. Pasados unos días vino a casa, me preguntó cómo había sucedido todo, cómo me quede ciega de un ojo, y oró para que Dios recuperara la visión. Me dijo: "Ponte unas gafas de sol, pero solo con una lente oscura, el izquierdo (es decir, sin lente derecha), y quítatelas solamente el día nueve de abril. Ponte las gafas durante el día, y durante la noche puedes quitártelas". Hasta ese momento, nunca había llevado gafas, me hacían un dolor, me rozaban en el tabique nasal y en la parte superior de las orejas. No conseguía acostumbrarme a ese dolor, siempre quería quitarme las gafas, así que cuando hacía mal tiempo y el cielo estaba cubierto me quité las gafas y salí a la calle. Sin embargo, en cuanto vi la luz, empecé a sentir muchísimo dolor, como si una flecha se clavase en el ojo izquierdo. Así que, después de esta experiencia, empecé a llevar siempre las gafas. Pero el 5 de abril del 2017, nos visitaron unos familiares y me daba mucha vergüenza llevar las gafas de sol delante de ellos, y más con una sola lente; así que me las quité, cerré el ojo izquierdo para que la luz del día no me hiciese daño, y hablé con ellos unos quince minutos. Después entré en la cocina y me volví a poner las gafas.
El domingo nueve de abril, me quité las gafas en una mañana muy soleada y me alegré muchísimo. ¡Veía por el ojo izquierdo igual de bien que por el derecho! Y por fin pude leer el texto de libro. Además, la luz del sol ya no me hacía el dolor. Les conté a mis familiares cómo me había curado y di las gracias al ministro espiritual, y juntos dimos gloria a Dios por haber obrado un segundo milagro, ¡ya no estaba ciega! ¡Estaba curada!
¡Gloria al Dios Vivo, por salvar mi alma y curar mi cuerpo de muchas enfermedades en Cristo Jesús! Amén.
Olga Arjípova
Ucrania
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